Muestra Individual «La prescripción del amor» del artista Gaspar Álvarez en Galería Éxito Mundial / Valenzuela Castillo 1145. Providencia
12:00 Sábado 24 de marzo Visita guiada «La prescripción del amor».
LAS UNIONES EN EL ESPACIO TIEMPO
Vania Montgomery
Todo se construye y se destruye
tan rápidamente
que no puedo dejar de sonreír
(Charly García, Parte de la religión)
Las obras de Gaspar Álvarez abordan los alcances de la idea de lo romántico a través de la figura del beso dibujado en cerámicas y papel. Allí también se cristaliza la imagen de la separación en el centro mismo del encuentro amoroso, con un acceso que niega el carácter único y original de cada relación afectiva. Tampoco remite al delirio del ensamble apasionado y fugaz entre dos personas, sino que presenta la temporalidad de las caricias en su desnudez: como en la vida misma, donde nada es para siempre y todo prescribe.
Los matices de las relaciones palidecen hasta su extinción. Quedan las cicatrices, el extrañar y el placer que proporciona la nostalgia de lo que ya fue. Existen ilusiones de seguridad, que aparentan la salvaguardia de los vínculos, pero la verdad es que estamos a la deriva, al igual que estos dibujos y lo que envuelve al motivo de su representación. Así van a concluir en un quiebre y ninguno permanecerá constituido para siempre: Álvarez, por una parte, fractura las piezas sobre las que dibuja y pinta, afirmando el devenir final de este ciclo, y por otra, ilustra esa recóndita satisfacción afianzada en la remembranza de algo que alguna vez fue levantado en conjunto y que ahora se encuentra deshabitado.
Tras el desapego, cerámicas e individuos resultan fragmentados y descompuestos sobre la superficie, luego, se restauran y forman una nueva composición. Así, sucesivamente, se componen y descomponen las uniones en el espacio tiempo. La única certeza que transmiten estas obras es que hoy por hoy, en el estado actual de las cosas, dar por sentada la eternidad de los vínculos es un afán inútil de tiempos pasados y vírgenes.
Por otra parte, el artista traza frutas que brotan como presencias contenidas en las estructuras de cerámica, fijas en su interior, dispuestas a ser reveladas o envueltas por el recipiente que las aloja. Una primera imagen podría remitir a la dimensión erótica que conforman las asociaciones posibles entre la contención de la cáscara y la carnosidad de la pulpa, sin embargo, su presentación en solitario, sin convivir con otros elementos, las pone al descubierto con más frialdad y distancia. Les otorga independencia y libre oscilación por las sensaciones que acontezcan en quien las observe.
Finalmente, al asistir a la panorámica que presenta el artista en esta naciente sala de exhibiciones, en sí misma íntima y recóndita, y atravesar el velo de su intimidad –como hacemos al cruzar las cortinas–, aceptamos y concluimos lo que es natural en la separación: todo se construye y se destruye, y está bien que así sea, acorde a nuestra condición viviente.
Fluctuamos, nos movemos y no podemos estar conformes y sin arrepentirnos si es que permanecemos eternamente sobre el mismo lugar.