Isabel Fernández realiza un delicado proceso fotográfico que permite poner en escena GRAN MAR, una serie de poéticas imágenes captadas a lo largo de la costa del océano Pacífico y que se presentará en nuestro Centro Cultural. La autora lleva siete años recorriendo este espacio, con cámara estenopeica de gran formato y película en blanco y negro, lo que le permite positivar sus fotos sobre papel con emulsiones fotosensibles artesanales, especialmente transferencias de carbón, heliograbado, platino paladio y sales de plata.
En esta exposición, que la trae de vuelta al Centro Cultural Las Condes luego de cuatro años, Fernández da cuenta de su personal mirada, pues aborda lo que le rodea desde la creencia que todo participa de un alma común que se expresa individualmente y con su propia fuerza y vibración. Esa expresión es reforzada en su obra por medio del trabajo manual: desde su concepción hasta el plasmado, cada parte del proceso pasa por sus manos. Asimismo, la cámara estenopeica traduce gráficamente esa vibración.
La propia Fernández lo grafica muy bien en la siguiente frase: “Soñando lo que el Gran Mar pueda revelarme. Recorro la orilla atrapando la luz en un minúsculo agujero perforado en mi cámara”.
Además, la autora documenta el cambio que la contaminación ha producido en nuestras costas con asombrosa rapidez: “Registrando la costa atestiguo el cambio: rocas sembradas de desechos industriales y domésticos, la basura me ha ido encontrando… ¿Cómo convierto mi viaje en un documento que dé cuenta de este paisaje que hemos construido? ¿Cómo hacerlo visible? ¿Cómo plantear acciones de reparación? Si al mar le damos basura, con ella dibuja sus cotas la marea sobre la arena… yo quiero volver a encontrar huiros, flores y conchas en su huella”.
Y remata con una bella reflexión: “Escucho voces antiguas en mis latidos. Como los camanchacos navegando en sus cueros de lobo, recorro la orilla y me pregunto cómo sería el océano cuando era océana, cómo sería el Pacífico antes del Pacífico y sé que quiero ver limpio otra vez el rostro de Mamacocha”.
Isabel Fernández Echavarría (Arica, 1967). Diseñadora de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios de grabado, pintura, dibujo, fotografía análoga y digital, heliograbado y encuadernación, con reconocidos artistas y talleres, en Chile, Cuba y México.
Trabaja en Santiago de Chile y su obra cruza diferentes medios que involucran papel y matrices, como el grabado, la fotografía y libros, especialmente pequeñas ediciones hechas a mano. Ha expuesto e impartido talleres en México, Estados Unidos, Santiago y Rapa Nui.
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El artista Daniel Schachner presenta INTERRELACIONES, donde reúne pintura y escultura con total propiedad, destacándose el contrastante del uso de colores y las formas armónicas en sus composiciones.
La exposición da cuenta del mundo del autor, con una obra que remite tanto a lo primitivo y a lo esencial, como a lo futurista, a lo que viene. Es que su propuesta, de aparente simplicidad, está ejecutada con gran maestría y oficio, otorgándole una dimensión objetual. Así, pinturas y esculturas que aluden a las infinitas interrelaciones entre lo masculino y femenino, conviven y dialogan entre sí.
Desde una impecable técnica autodidacta, surgen superficies pictóricas precisas, trazos certeros de una riqueza cromática única. Planos que contienen formas y motivos en aparente oposición y que de manera obsesiva surgen constantemente en sus obras, otorgándole una gestualidad única a sus propuestas.
Igualmente, sus esculturas se refieren a aquellas formas primitivas de gran expresividad, pero concentradas en la riqueza del volumen, dotando a tales imágenes de nuevas posibilidades al momento de abordar plásticamente la dualidad complementaria entre los opuestos.
Daniel Schachner (1954), efectuó su educación secundaria en el Institute Monnivert, en Suiza, y en la Universidad de Miami, pero su formación como artista es autodidacta. Durante muchos años se dedicó a los negocios inmobiliarios, pero el vuelco a las artes visuales se originó, paradójicamente, producto de una ceguera que padeció por más de 2 años. Como parte de su terapia de recuperación, a comienzos del 2005 su médico tratante le sugirió dibujar con crayones con el fin de diferenciar colores.
Así, lo que comenzó como una terapia se convirtió en su forma de vida. Participa en numerosas exposiciones en Chile y Estados Unidos, como también en concursos internacionales, logrando premios en pintura y escultura.
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Alma y líder del Grupo Montparnasse, el pintor chileno Luis Vargas Rosas (1897-1977) se situó siempre en posición de avanzada en la exploración de nuevos caminos estéticos y se transformó en el primer artista nacional que realizó una obra abstracta. Hizo crecer el número de artistas amantes de la renovación, en especial con el Salón de Junio de 1925.
En nuestro Centro Cultural presentamos un proyecto de Pedro Maino y Juan Enrique Allard, que reúne doce matrices realizadas por Luis Vargas Rosas, encontradas en el archivo que conserva María Cristina Arellano de Mori. Las planchas de cobre fueron ejecutadas el año 1935 en el Atelier 17 de París y dan cuenta del trabajo de Vargas Rosas en el marco de una de las más profundas revoluciones artísticas de Occidente.
Junto a las matrices y grabados de esta segunda edición, se exhiben documentos, fotografías, catálogos e invitaciones que contextualizan su trabajo en París, además de dibujos y óleos de la época.
El mítico taller, liderado por el británico William Hayter, reunió a destacadísimos artistas de vanguardia, como Joan Miró, Max Ernst, Yves Tanguy y Alberto Giacometti, entre otros, y Vargas Rosas fue el único latinoamericano que participó en esta especie de laboratorio experimental del grabado artístico.
El autor chileno también integró la asociación de artistas Abstraction-Création, fundada en París en 1931 y conformada por Calder, Vanrongerloo, Mondrian, Kandinsky y Veronesi, por citar algunos. En 1939, a raíz de la invasión alemana, el Atelier se trasladó a Nueva York, donde siguió funcionando hasta la década de 1980, convocando a célebres artistas, entre los que se cuentan los chilenos Nemesio Antúnez y Mario Toral.
Para Pedro Maino, Vargas Rosas es una figura fundamental en la escena de vanguardia que vivió el país durante las décadas del 20 y 30 del siglo pasado y “reconocido como uno de los primeros artistas modernos de Chile y padre indiscutible del abstraccionismo local”.
Después de cursos libres en la Escuela de Bellas Artes, en 1919 emprendió su primer viaje a Europa. Se contactó con los movimientos del momento y, a su regreso, en 1923, fundó el famoso Grupo Montparnasse, integrado también por Henriette Petit (con quien se casó en 1927), los hermanos Julio y Manuel Ortiz de Zárate y José Perotti. En 1925 Vargas Rosas volvió a París, permaneciendo hasta 1939. Tras su regreso definitivo a Santiago, fue nombrado director del Museo Nacional de Bellas Artes, cargo que ejerció entre 1946 y 1970.