XV Encuentro de Música Sacra
‘Ad Mariam’: vida e imagen de María en el barroco italiano e hispánico
Martes 10 de abril a las 19:30 hrs.
Templo Mayor de Campus Oriente UC, Av. Jaime Guzmán 3300, Providencia
Repetición:
Miércoles 11 de abril a las 19:30 hrs.
Iglesia de la Veracruz, José Victorino Lastarria 124, Santiago
Entrada liberada
Programa
Roque Ceruti (1683-1769)
Cantata ‘De aquel inmenso mar’
Antonio de Cabezón (1510-1566)
Diferencias sobre Ave maris Stella
Tarquinio Merula (1595-1665)
Or ch’è tempo di dormire
Francesco Mancini (1672-1737)
Sonata para flauta dulce n. 1
Domenico Zipoli (1688-1726)
Zuipaqui Santa María
Arcangelo Corelli (1653-1713)
Sonata para violín Op. 5, n.10
Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728)
Barquero que surcas
Niccolò Jommelli (1714-1774)
Sonata VI, a tres
Antonio Rigatti (c. 1613-1648)
Ave, Regina Caelorum
Intérpretes
Syntagma Musicum de la Universidad de Santiago de Chile.
Franco Bonino, flauta dulce y dirección musical
Jaime Carter, órgano
Gonzalo Cuadra, canto
Jorge Maraboli, violín
Paulina Mühle-Wiehoff, violonchelo
Notas al programa
La Virgen María ha sido siempre una figura central para la religión cristiana, como madre de Dios y, por lo mismo, ha tenido siempre una representación musical y artística de gran importancia. Esto es especialmente evidente desde fines de la Edad Media, época en la que su rol de “mediadora” entre Dios y los hombres se acentúa profundamente. Tras el quiebre reformista en el siglo XVI, la tradición mariana ha seguido con fuerza en la religión católica, y esa misma fuerza fue traspasada desde Italia y España a los territorios americanos conquistados por Europa. Aquí, en el “nuevo mundo”, la figura de la Virgen encontró un espacio fértil de adoración, donde su figura comulgó con las tradiciones locales sobre la vida, la tierra y la fertilidad del mundo.
La influencia musical de Italia en América Latina siempre ha sido importante, mediada por Iberia. Las tradiciones contrapuntísticas heredadas de Roma fueron la compañía musical de los conquistadores, que dejaron una tradición importantísima tanto en la Península Ibérica como en nuestros territorios. Música como la de Antonio de Cabezón sirvió de ejemplo central para las figuraciones de órgano y el aprendizaje del contrapunto para las primeras capillas americanas. Mientras músicos como Cabezón ejercieron su influencia desde la península, otros viajaron a América a crear nuevas obras de estilo español.
En tiempos en que la influencia de Monteverdi -y sus seguidores, como Tarquinio Merula- era especialmente potente, con un interés por las voces solistas y la expresión concreta de emociones, Tomás de Torrejón y Velasco aterrizó en Perú para no solo escribir la primera ópera americana, sino que además pequeñas joyas como el villancico Barquero que Surcas, conservada en manuscrito en la Catedral de Guatemala. Este villancico, al igual que De aquel inmenso mar de Roque Ceruti (sucesor de Torrejón en el puesto de Maestro de Capilla en Lima), toman la temática acuática para reflejar la naturaleza de María. Ahora bien, mientras la pieza de Torrejón refleja sobre la confianza en la figura de María (que no abandona al barquero en su viaje), la de Ceruti apunta al misterio mariano: la Virgen como un arroyo puro que sale del mar interminable (de la bondad divina).
La llegada de Roque Ceruti a Lima representa un punto clave en la música latinoamericana: la entrada de un estilo e influencia mucho más italiana y barroca, cercana a Vivaldi o a Corelli, en el que el violín y la voz virtuosa tienen preeminencia. Tras la Guerra de Sucesión Española entre las familias de Borbón y Habsburgo a comienzos del siglo XVIII, España tuvo una particular preocupación por no perder el vínculo con los territorios italianos: Nápoles, Milán y Sicilia en particular. Por esto, la influencia de la música italiana, y de compositores como Jommelli o Francesco Mancini (ambos vinculados directamente con Nápoles), se hizo sentir con tanta fuerza en toda América durante el siglo XVIII. Sin embargo, parece innegable que el ámbito en que con mayor fuerza penetró no fueron las catedrales, sino las misiones. La presencia de músicos italianos como Domenico Zipoli en el ámbito misional ha dejado centenares de partituras que nada tienen que envidiarle al barroco europeo. La obra de Zipoli, quien trabajó en Córdoba, Argentina, se encuentra hoy principalmente en la zona misional de Chiquitos, y denota un intento por mezclar las culturas e ideales indígenas y europeos. Su breve aria Zuipaqui (dedicada a María) mezcla lo mejor de la belleza melódica italiana con la posibilidad de cantarle a la Virgen en un idioma local americano.
José Manuel Izquierdo